Resulta más que evidente que la interiorización de estereotipos de género se produce desde edades bien tempranas y es un proceso que afecta a todas las niñas y niños, independientemente de su clase social, etnia, origen, religión o discapacidad.
La socialización de los géneros se produce desde los primeros años de vida y supone un proceso de aprendizaje cultural de los roles que van a corresponder a niños y niñas, a mujeres y hombres en las sociedades patriarcales. Lo considerado “masculino” y “femenino” queda de esta manera circunscrito a formas de comportamiento, actitudes, expectativas, etc., que se proyectan sobre niños y niñas y que quedan reflejados en sus juegos y juguetes, en su ropa, en la elección de colores, en la promoción de ciertos gustos y destrezas.
Los seres humanos van construyéndose como hombres y mujeres a partir de un entorno que no permite desarrollar identidades diversas, ni tampoco deja resquicios para realizar una crítica al sistema sexo-género. Se consolida así una única forma de generar identidad a partir del dimorfismo sexual, dicotomía que se considera inamovible e incuestionable, y que además, sitúa a las mujeres en un plano de subordinación.
Recientemente, ha salido a la luz un estudio publicado en revista 'Science' que analiza cómo se construyen los estereotipos de género en la temprana infancia. Este estudio demuestra que las mujeres comienzan a sentirse menos inteligentes que los hombres desde los primeros años de vida. La inteligencia está ligada a lo masculino.
Una de las pruebas realizadas en el marco de esta investigación consistía en narrar una historia acerca de una persona muy inteligente sin precisar si se trataba de una mujer o un hombre. Las niñas y niños de cinco años atribuyeron de igual manera su propio sexo a la persona. Sin embargo fueron muchas menos las niñas de seis y siete años que identificaron como mujer a esta persona inteligente. Queda claro que este proceso no se detiene en la etapa de la infancia sino que se consolida y agudiza lo largo de los años, con profundas implicaciones.
Queda aún pendiente realizar una reflexión de cómo estos modelos de género basados en la inequidad afectan a las niñas y a los niños con discapacidad cuando se ponen en contacto con los estereotipos acerca de la discapacidad en una sociedad “capacitista”, que sitúa todavía modelos corporales y funcionales estándar como único canon válido.