Opinión
NO SOY DISMINUIDA

El muro

Vicky Bendito, periodista

“Los poderes públicos realizarán las políticas necesarias para garantizar la plena autonomía personal e inclusión social de las personas con discapacidad. Estas políticas respetarán su libertad de elección y preferencias, y serán adoptadas con la participación de las organizaciones representativas de personas con discapacidad en los términos que establezcan las leyes. Se atenderán particularmente las necesidades específicas de las mujeres y niñas con discapacidad”.

Así reza el que, si todo va por buen camino, será el nuevo artículo 49 de la Constitución, el artículo de las personas con discapacidad. Esta será la tercera vez que nuestra ley de leyes mencione de manera expresa a las mujeres y la primera que lo haga en relación a las niñas y mujeres con discapacidad. Sin duda, un hito en la historia de nuestra democracia. 

Según explica el Gobierno en la página web de La Moncloa, “la situación de especial vulnerabilidad de las mujeres y niñas con discapacidad justifica claramente que el nuevo artículo 49 de la Constitución haga una alusión expresa a la atención específica de sus necesidades”.

Todo un hito, porque la Constitución Española establecerá que se atenderán particularmente las necesidades específicas de las mujeres y niñas con discapacidad, una Carta Magna que, hasta ahora, solo menciona expresamente a las mujeres en dos artículos. A saber: El 32.1, que establece el derecho del hombre y la mujer a contraer matrimonio, y el 57.1, que establece la prevalencia del hombre sobre la mujer a la hora de asumir la Jefatura del Estado. En el artículo 49 aparecemos como madres. Ahí lo dejo. 

Que la Constitución establezca que los poderes públicos realizarán las políticas necesarias para garantizar la plena autonomía personal e inclusión social de las personas con discapacidad y especialmente de las niñas y mujeres con discapacidad, no es baladí. Es de justicia, pues si las personas con discapacidad ya sufrimos una discriminación sistemática y sistémica por el hecho de tener una discapacidad, en el caso de las niñas y las mujeres esa discriminación es aún mayor (consulten las distintas estadísticas que se publican con cuentagotas, o los diversos estudios realizados por la Fundación CERMI Mujeres (FCM) y Odismet). 

No solo accedemos a peores trabajos, cuando accedemos a ellos, sino que nos pagan peor que a nuestros compañeros varones con discapacidad, así que, imaginad la brecha con respecto a los hombres sin discapacidad. No solo sufrimos más violencia, sino más violenta. Por no hablar de la falta de acceso a los servicios sanitarios o jurídicos, por ejemplo (os invito a escuchar los webinarios que la FCM ha realizado sobre estos y otros aspectos relativos a las niñas y mujeres con discapacidad, se os van a poner los pelos de punta). 

Este nuevo artículo señala que las personas con discapacidad gozan de la protección prevista en los tratados internacionales ratificados por España que velan por sus derechos, como es la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad, firmada y ratificada por España en 2006, repito: 2006. Estamos en 2021. Quince años han tardado nuestros Gobierno en adecuar nuestra ley de leyes a esta Convención de la ONU tan importante para las personas con discapacidad. Pero no es el momento de reproches, es hora de avanzar.

Con este nuevo artículo se resquebrajará un muro contra el que nos hemos estado dando las personas con discapacidad y, especialmente, las mujeres con discapacidad, haciendo boquetes, dándole tercamente, una y otra vez, hasta que hemos conseguido abrir la grieta del derrumbe de esa gruesa pared levantada con el cemento del paternalismo. 

Con este nuevo artículo caerá ese muro del “no puedes”, que tantas veces nos han espetado a las personas con discapacidad e, insisto, especialmente a la niñas y mujeres con discapacidad, que nunca hemos buscado caridad, sino dignidad, y que, sin embargo, hemos sido condenadas a hacer lo que otros determinaban que podíamos hacer. 

Con este nuevo artículo caerá el muro de no a nuestra maternidad, a nuestra sexualidad, a nuestras ambiciones personales y profesionales, a decidir sobre nuestros propios cuerpos y sobre nuestras propias vidas. 

Caerá, por fin, el muro del no a nuestra dignidad.