El pasado 6 de Febrero, en la sede del Consejo General de la Abogacía de España, pudimos asistir al Acto de denuncia sobre esterilización de mujeres y niñas con discapacidad, organizado por Fundación CERMI Mujeres. Debo aclarar que actualmente ando investigando, como objeto de mi tesis doctoral, el fenómeno de la esterilización en mujeres y niñas con discapacidad, por lo que intento seguir todos los trabajos, artículos y vindicaciones que en este sentido se producen.
Por ello, tras la celebración de este acto de denuncia pública, procuré seguir por internet, todo lo que los medios de comunicación publicaban al respecto. Los enfoques eran diversos, desde publicaciones que recogían el acto como un encuentro de mujeres, hasta quienes asumían la dimensión política y social que aquello implicaba.
Nada de esto es una crítica, pues, independientemente de los matices, en todas las noticias quedaba claro, o al menos a mí me lo pareció, la importancia de visibilizar esta cuestión y la necesidad de introducir cambios al respecto. En todas las piezas informativas se explicitaban los escasos datos que actualmente tenemos, pero lo descriptivos que resultan. Se recogía la importancia del cumplimiento de los Derechos Humanos y quedaba manifiestamente claro como el tejido asociativo de la discapacidad rechazaba esta práctica.
Lo que llamó mi atención vino después, cuando, alertada por mi directora de tesis, comencé a repasar los comentarios que sobre la noticia se publicaban en los diferentes diarios.
Respeto profundamente la libertad de expresión y pensamiento, pero como también respeto profundamente a las mujeres con discapacidad, no reproduciré aquí ninguno de dichos comentarios. Baste decir que en la mayoría de ellos, que eran contrarios a la denuncia formulada por Fundación CERMI Mujeres, queda de manifiesto el trabajo que aún nos queda por hacer.
"La esterilización no consentida es un tema situado en lo más profundo de la esfera privada, una cuestión tabú que, por haber estado tantas décadas silenciada, ahora cuesta sobremanera desenterrar"
La esterilización no consentida es un tema situado en lo más profundo de la esfera privada, una cuestión tabú que, por haber estado tantas décadas silenciada, ahora cuesta sobremanera desenterrar. Además, no se trata de algo individual, sino de una violencia estructural, en que diversos mecanismos han propiciado que esta práctica se perpetúe y además, se considere como algo no sólo normal, sino correcto y beneficioso.
Como siempre repite incansablemente Ana Peláez, no cuestionamos ni juzgamos a las familias de las mujeres esterilizadas de forma no informada. Estas familias fueron asesoradas en este sentido, y tomaron sus decisiones con la pura convicción de que estaban haciendo algo bueno por estas niñas y mujeres. Dudo mucho que algún servicio o institución proporcionara información en otro sentido; asesoramiento en materia de educación sexual, uso consciente de anticonceptivos, ayuda ante el planteamiento de la cuestión de la maternidad.
Aún no hemos construido una sociedad que aprecie la riqueza de la diversidad humana, no hemos logrado generar un contexto social que perciba a las mujeres con discapacidades como mujeres en el más pleno sentido de la palabra… Actualmente, aún cuesta mucho asumir cuantas cosas pueden realizar las personas con discapacidad si tienen los apoyos necesarios, si la sociedad es capaz de performarse para acoger a todas las personas que la componen.
"Aún no hemos construido una sociedad que aprecie la riqueza de la diversidad humana, no hemos logrado generar un contexto social que perciba a las mujeres con discapacidades como mujeres en el más pleno sentido de la palabra…"
Combatir todo eso es un trabajo arduo, pero no porque sea duro vamos a abandonarlo, ya que existen herramientas con el suficiente peso específico para que la desigualdad no se perpetúe hasta el infinito.
Los comentarios vertidos en distintos medios son el ejemplo palpable de todo esto que digo, en ocasiones ejemplos muy desagradablemente expresados, pues quien no tiene argumentos de peso, por lo visto debe recurrir al insulto o desprecio.
Es por esto que hablaba anteriormente de sensaciones encontradas desde el 6 de febrero. Salí de la denuncia con la satisfacción de que todo era posible, de que aquello había sido un acto con rigor y pedagogía a partes iguales. Me gustaba como se habían formulado las críticas, y los distintos papeles que mujeres y hombres habían llevado a cabo en él.
No es que actualmente piense lo contrario; sigo convencida del valor de ese evento, pero la porción de realidad que se observa en el feedback de las noticias, me recuerda que hay mucho aún que derribar para poder construir nuevas concepciones en que las mujeres con discapacidad seamos percibidas como mujeres en igualdad no sólo de derechos, sino de decisiones.