Crónica de la participación del CERMI/FCM en el desfile de Madrid del Orgullo 2019
Orgullosa y valiosa presencia de la metadiversidad
A las cinco de la tarde del sábado 6 de julio, acechaba el calor, de pleno verano y Madrid, en la Cuesta de Moyano. De ahí que abandonáramos el busto de Pío Baroja, punto de encuentro de las personas con discapacidad LGTBI que participaríamos en el Orgullo 2019, por la auspiciosa sombra de la esquina de enfrente, y dejásemos al autor sin material para ahondar en el existencialismo, en ese sufrimiento y dolor humanos que nunca comprendió, para alzar un gaudeamus a nuestro orgullo de ser, a la presencia de la diversidad dentro de la diversidad, que representábamos, que representamos.
Una vez ubicados en la sexta posición del desfile, asignada a CERMI y a Fundación CERMI Mujeres por los organizadores (la Federación Estatal LGTBI), tocaba esperar a que cada entidad tomara su sitio, desplegara sus respectivas pancartas, y que las personas allí concentradas pudieran emprender la caminata hasta la Plaza de Colón. “Hace mucho calor, pero la batucada empieza a sonar y esto va a resultar estupendo”, comentaba Luis Alonso, gerente del CERMI y uno de los organizadores de la participación de la entidad y de FCM en el desfile, quien explicaba, por la experiencia de otros años, que la salida solía ser siempre bastante complicada “porque nos amontonamos todos”, pero que en cuanto empezase a “moverse esto”, nos dejarían nuestro espacio y todo se volvería más tranquilo, amén de llegar más rápido que otros años al final de recorrido, por la ubicación que “nos han dado esta vez”.
El delegado del CERMI Estatal para los Derechos Humanos y la Convención de la ONU de la Discapacidad, Jesús Martín Blanco, antes de comenzar el desfile explicaba qué hacíamos allí: “Estamos celebrando la diversidad dentro de la diversidad porque vamos a abrir armarios dentro de la discapacidad. Hay muchos armarios que abrir, vamos a acoger a la edad adulta, vamos a sacarnos de esa edad infantil que nos tiene sometidos desde hace años”. “Hoy es un día importante para las personas con discapacidad LGTBI. Estamos aquí junto a todos los sectores del ámbito”, subrayaba, “porque nosotros también amamos, y también tenemos deseos sexuales”.
El desfile comenzaba. Los tambores marcaban la algarabía de los corazones de quienes participábamos y el de los espectadores que abrazaban incondicionales la causa, que en esta ocasión se convirtió en el orgullo más reivindicativo en 14 años. Delante de nosotros la pancarta del CERMI y FCM enmarcaba a un reducido grupo de personas -donde pocos aunaban las señas de discapacidad y LGTBI simultáneamente- bajo el lema de “Diversidades sexuales, diversidades humanas”. Jesús Amago, de Desarrollo y Capacitación de Fondos de Fundación ONCE, que sí cubría ambas esferas, fue el encargado de marcar nuestro paso, como un innato maestro de ceremonias, al grito amable e infatigable de: “¡Vamos Familia!”.
Detrás de nuestra comitiva, de nuestra comunidad, una alíada: Galehi, entidad que representa a familias LGTBI: madres y padres lesbianas, gays, trans, bilexuales e intersexuales. Armados de pancartas rezando: “Familias sin armarios. Presente, lucha, futuro”, pusieron la banda sonora de nuestra marcha con un arsenal, a todo volumen, de canciones de series ochenteras de dibujos animados (Marco, David el Gnomo…), que no pudimos dejar de cantar y bailar durante todo el itinerario, y que, para Amago, por "desgracia" habían sustituido, por nuestra adelantada posición en el desfile, a los míticos y más cañeros temas del Orgullo como “A quién le importa” de Alaska o el “Sobreviviré” de Mónica Naranjo.
Nuestra marcha se detenía de rato en rato, sometidos al ritmo del desfile. Y en cada parada había tiempo para escuchar declaraciones de alguno de los participantes. En el centro, sujetando la pancarta con una fuerza inextinguible, estaba Miguel Aulló, graduado en Integración Social y psicólogo en la Fundación Ángel Rivierè, pero que estaba representando a Plena Inclusión.
Clausurada aún en el armario estaba con nosotros también Blanca, seudónimo que eligió ella misma para exponerse a este periódico, ya que, debido al condicionamiento de su familia, todavía no había podido comunicar al mundo entero su orgullo de ser bisexual. Sin embargo, había conseguido llegar hasta allí, que no era poco, y en su discurso estaba la prueba de la esperanza que confesaba albergar, la de su inminente fuga del “guardarropa” para poder ser ella misma y vivir “su sexualidad en plenitud”.
Era la primera vez que venía al Orgullo, aunque llevaba varios años con la sana intención de vivirlo in situ. En la veintena escasa, Blanca narraba su sorpresa ante lo fácil que le había sido desplazarse en silla de ruedas y que no se había sentido agobiada tal y “como había esperado”.
Por otro lado, la joven admitió que ser una persona con discapacidad y tener la B de bisexual suponía una situación más complicada por el hecho de que la sociedad ve ambas cosas como algo diferente y eso “supone un plus de discriminación para nosotros”. Sin embargo, estaba feliz, hueca de haber podido participar y “dar visibilidad a ambos sectores de la población” que representa con su persona, y de que se estén creando asociaciones, como la de “Tetris”, que mencionó, para dar visibilidad a las personas con discapacidad LGTBI.
Haciendo autocrítica, Jesús Amago admitió mientras desfilaba envuelto en su bandera del arcoíris que “debería de animarse mucha más gente. Somos muchos y lo tenemos que manifestar. Tenemos que estar en las callas”. “Excepto el primer año que participamos, el del World Pride, que acudimos bastantes personas, el resto de los años nuestra participación ha sido ciertamente un poco floja”. Por eso insistió en que “tenemos que animarnos, salir de casa, del armario, estar en la calle manifestándonos, celebrando este gran día. Y los restantes 364 días del año también. ¡Hay que celebrar nuestra diversidad!”.
En este sentido, Amago, se cuestionaba si las personas con discapacidad LGTBI no supieron con antelación que podían unirse al desfile tras la pancarta del CERMI y FCM, o si es que no se habían enterado a pesar de haberlo comunicado por correo y por distintos medios. “Lo mismo no se han unido por miedo a que pueda haber mucho jaleo”, se aventuraba el maestro de ceremonias, “y a que la experiencia sea agobiante o no tenga la suficiente accesibilidad”. ¿Quién sabe?
“Cada uno es muy libre de hacer lo que quiera, pero luego nos gusta quejarnos y reclamar. Es verdad que en el momento de estar al pie del cañón y dar la cara, hay personas que se echan para atrás”, comprometía Amago. A él lo que le gustaría es que, dado que al Orgullo vienen a participar asociaciones de toda España y diversas índoles, no solo de LGTBI, “el año que viene seamos muchísimos más los que nos sumemos a este esfuerzo que hace el CERMI y FCM por estar aquí. Que se anime todo el mundo, con discapacidad y sin ella, LGTBI o no, y apoyen nuestra diversidad”.
Las mujeres con discapacidad estuvieron representadas en la comitiva por la coordinadora de FCM, Isabel Caballero, y por la delegada de Derechos Humanos, Laura Serra, si bien la presidenta de la entidad, Concha Díaz, estaría más adelante, junto a Luis Cayo, presidente del CERMI, en la segunda pancarta de cabecera, de la sociedad civil.
“Como todos los años es un desfile de mucho color, de mucha fiesta”, retrataba Caballero, “pero este año tiene un carácter más reivindicativo porque estamos ante un momento político complicado donde, incluso, se teme la reversión de algunas políticas conquistadas desde hace muchos años”. Por eso, opinaba que “ahora más que nunca hay que salir a la calle para decir que ni un paso atrás, que lo que se ha conquistado debe permanecer, y que no es posible que empiecen a cuestionarse temas tan fundamentales como la violencia de género o los derechos de todo un colectivo como el LGTBI”.
Además de conmemorar el 50 aniversario de las revueltas de Stonwall en Nueva York, la manifestación del Orgullo 2019, se dedicó a reivindicar la memoria histórica, los derechos y la realidad de las personas mayores LGTBI, entre otros aspectos. Para la coordinadora de FCM “las mujeres con discapacidad son, probablemente, el grupo LGTBI más invisible”.
Serra, que no era la primera vez que acudía al desfile, aunque sí como representante de la FCM, subrayaba la alegría y la fiesta del Orgullo 2019, pero también la “escasa participación y visibilidad lésbica” de las mujeres con discapacidad, que achaca a la frecuente lucha de estas con la familia, y comentaba al respecto que es un trabajo que tienen que ir haciendo poco a poco. “Sufren una discriminación interseccional y hay que romper con los roles que la sociedad adjudica a las mujeres con discapacidad, con los estereotipos nocivos”.
También Laura Serra confirmaba la importancia de que la FCM estuviera junto al CERMI en este desfile para dar visibilidad a la participación de la mujer con discapacidad en el movimiento asociativo, ya que, “hasta ahora se le veía homogéneo, cuando es realmente un movimiento muy heterogéneo en varios aspectos”. Desde CERMI Mujeres, según proclamaba la delegada, se cubre el aspecto del género, y dentro del género “está la orientación sexual y la elección del género, no solo la mujer”. De ahí que reclamara la participación no solo de FCM, sino de todas las organizaciones.
El presidente de Salud Mental España, Nel González Zapico, fue el único presidente de entidades estatales del CERMI que se sumó a caminar con el humilde séquito de la Comunidad Discapacidad LGTBI del movimiento asociativo. Exhortaba que es “absolutamente imprescindible que consideremos a la diversidad como un derecho humano, y nos atrevamos a mostrarla porque”, por su experiencia, “la represión e intentar imitar estereotipos de terceros, genera muchas veces un gran sufrimiento, y mucha patología mental”.
Confesaba González para él siempre fue un “placer auténtico sumergirse entre la fauna humana”, verles derramar a cada uno “su gramo de locura”. Calificaba entusiasmado la marcha de ser una “pasada”, una fiesta “preciosa, que contagia de tal forma, que uno individualmente acaba convenciéndose de que tiene derecho a ser cómo le hizo la vida, a demostrarlo, a romper tabúes y esquemas”. Según el mandatario de Con Salud Mental, todas estas personas LGTBI, con y discapacidad, en algún momento, pensaron en romper los esquemas antes de venir al Orgullo 2019, y les invitaba, aunando a toda la sociedad con ellos, a dar un paso más, a no tener miedo porque: “los esquemas ya están rotos, y hay que ir a por ello, a ser libres y felices”.
En general, pero centrándose en las personas con discapacidad LGTBI que no salen de los armarios, recordó que “todos tenemos que estar aquí” porque es “increíble que seamos capaces de reconocer unos hechos que por nuestra cultura nos mantienen al margen, y no otros como la orientación, la identidad y la expresión sexuales”. “Hay que decirlo”, recomendaba convencido, quizás por el paralelismo de exponer o no abiertamente que se tiene una discapacidad psicosocial, que es el sector que González representa, y lo argumentaba: “hay que salir del armario porque es un testimonio, una vivencia en primera persona. Para que se sepa que existe, y que un mundo mejor se hace asistiendo, apoyando y viviendo la diversidad”.
Estuvo todo el desfile en la cabecera, con Pérez Bueno y Concha Díaz, tras la pancarta de los movimientos sociales, pero en cuanto llegó a Colón, Daniel-Aníbal García, secretario de Organizaciones de Cocemfe, se vino a estar “al menos estos últimos metros, con el resto del equipo del CERMI y FCM”. También con ese grupo de empleados de su entidad que, todo hay que decirlo, se convirtieron en un nutrido, alegre e imprescindible acompañamiento a la participación de CERMI y FCM en el desfile.
Apuntaba García nada más llegar que era muy importante este Orgullo por recordar a los mayores “porque, al final, los movimientos piensan en el joven, en el guapo, en el alto, en el blanco, y se olvida del mayor, del que tiene discapacidad, de la mujer”. “Incluso en el movimiento LGTBI ocurre”, reprochaba, “se olvida de la discapacidad, y del mayor”. Para él lo más hermoso de este Orgullo es que ponía de manifiesto cómo en la diversidad humana, concretamente en la diversidad de orientación sexual, de género, también hay diversidad de edades. “Hay que darse cuenta de que la diversidad humana es tan amplia”, justificaba, “que hay que reconocer todo”.
También Daniel-Aníbal García recordaba el gran avance que el sector poblacional del LGTBI había conseguido en los últimos años, pero “los avances se consiguen con la pelea, con la lucha y hay que seguir, no podemos parar, porque aún hay mucho por conquistar y porque, a veces, lo que se conquista se puede perder”. A su juicio, la sociedad no irá hacia atrás “mientras los ciudadanos no lo permitamos. Al final, la sociedad somos todos, y este desfile es buena muestra de cómo la sociedad no lo permite en ningún ámbito de la vida: ni en la discapacidad, ni en el LGTBI, ni en la igualdad. Estamos en una sociedad cada vez más civilizada y es la ciudadanía la que lo está consiguiendo”.
También lamentaba el miembro de Cocemfe la ausencia de muchas personas con discapacidad LGTBI detrás de la pancarta del CERMI y FCM. Pero recordaba haber visto a muchas personas con discapacidades visibles participando, estando en los laterales, aplaudiendo. “He visto presencia, aunque no fuera detrás de nuestra pancarta. Estaban en el Orgullo, y eso es lo importante”. Y era cierto, en la retina queda un joven con síndrome de Down tirándonos besos desde un lateral a nuestro paso, o la presencia de José María Fernández-De Villalta, jubilado ya, pero gran activista todavía, que trabajó en CCOO, y que espontáneamente se unió a la pancarta de CERMI y FCM desfiló en su silla de ruedas con nosotros durante un buen rato.
Respecto a la posibilidad de si salir del armario teniendo una discapacidad y ostentando, a la vez, un cargo en alguna entidad del movimiento asociativo pudiera afectar o no a la incidencia política deseada del movimiento, Daniel-Aníbal García sentenciaba que “hoy día no ocurriría eso”. Insistía en que la decisión es personal, pero que "hoy en día, me niego a creer que, en ningún cas, que una persona LGTBI salga del armario pueda restar un ápice de nada a su entidad, ni a la incidencia política buscada”.
Todos estábamos exultantes, pero más si cabe los dos Jesús, ejemplos vivos de la diversidad dentro de la diversidad, del activismo real de la discapacidad y el LGTBI. “Han pasado dos horas desde que arrancamos en el desfile. Una vez más se ha vivido un ambientazo, la gente se lo ha pasado estupendo y, como siempre, la entrada a colón anunciándonos, apoteósica, muy emotiva”, narraba Jesús Amago, que aprovechó para pedir que por favor, el año que viene, “seas o no seas LGTBI, vengas a representar a la discapacidad”. “Tenemos que ser cien, doscientas personas con discapacidad porque este es tu espacio, este es tu sitio, este es tu lugar, esta es… tu manifestación”
Por su parte, Jesús Martín, que admitía que se lo había pasado muy bien, y que habíamos ido cómodos, también confesaba haber echado en falta a más personas “que nos acompañaran en la pancarta”. Reluciendo su faceta más activista reclamaba también que “tenemos que romper más cadenas, porque hay muchas personas con discapacidad que están en sus casas encerradas, con ganas de amar, de desear y tienen que compartir este momento de activismo con nosotros”.
“Si no alzamos la voz de todas y todos, quedará silenciada”, advertía el delegado del CERMI para los DDHH y la Convención, “por eso es importante que nos unamos, que salgamos a la calle, que saquemos nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestras formas de pensar, nuestra sexualidad. Y nuestra sexualidad es muy importante porque la discapacidad también entiende”.
Tampoco le faltaba elocuencia en su discurso al presidente del CERMI, Luis Cayo Pérez Bueno, que también desfilaba el Orgullo 2019 cuatro posiciones por delante de nosotros y que, una vez vivida la experiencia, expresaba su sentir a esa sociedad civil que le había acogido tras la segunda pancarta de cabecera.
Sus palabras eran una propuesta sentida, orgullosa, delicada y fruto de una templanza lograda, de los años de experiencia, de la agudeza verbal que le caracteriza, y de la sinceridad íntima, de una amplia, profunda e introspectiva panorámica elaborada desde el tesón, pero natural, fresca, espontánea. También reivindicativa, autocrítica con el movimiento.
Queden transcritas en su pureza, por la ausencia de excedente, como colofón de esta crónica porque su discurso la abrocha, al tiempo que desdobla con cuidado los pliegues opacos aún existentes fuera y dentro de nuestro movimiento asociativo, para dejarlos expuestos y que no pueda obviarse lo obvio, una vez visto por los ojos que se lo permitan:
“Hoy el orgullo, como desde hace ya cuatro años, la gran fiesta en la calle y la gran acción de reivindicación y de contestación social a tanta estructura de exclusión y de discriminación, está enriquecida con la diversidad dentro de la diversidad.
Las personas con discapacidad, hombres y mujeres, participamos de todas las dimensiones del ser humano y, desde luego, también de la libertad y de la pluralidad de opciones afectivas y sexuales. Es una realidad que se ha negado más severamente en relación con las personas con discapacidad, pero estamos conquistando también los espacios de libertad que supone desplegar su personalidad en toda su dimensión y en toda su intensidad con arreglo a las propias elecciones vitales de cada persona.
Las personas con discapacidad LGTBI sufren una interiorización, una suerte de reclusión con varias llaves. Podemos decir, simbólicamente, que estamos encerrados en muchos armarios o en armarios con muchas puertas y que, por tanto, nuestra lucha, nuestra emancipación es más costosa y requiere incluso de mayor valentía, de mayor audacia, y el movimiento asociativo tiene que acompañar a todas las personas con discapacidad dándoles habilidades, dándoles conciencia de su valor, dándoles la estima que, tantas veces, se les ha socavado, erosionado, para que hagan ese proceso de desplegar, absolutamente, todo el potencial de su personalidad, también la afectivo sexual allí donde quieran, cómo quieran, y siempre en un ambiente de respeto a sí mismos y a los demás.
Es un nuevo frente dentro de la agenda política de cambio, de transformación social y del entorno del movimiento social y, sin duda, tiene que estar ahí insistentemente, visiblemente, aunque ahora seamos pocos, pocas expresándonos, proyectándonos, irradiando para que aflore toda esa diversidad sexual, diversidad humana, que aún no ha encontrado su cauce de expresión.
Hay que teñir a ese gran movimiento del siglo XX y XXI del LGTBI que quizás es el que más ha aportado a la emancipación de la humanidad, junto con el de las mujeres, porque tiene que tomar conciencia, tiene que abrirse a sus propias pluralidades, ya que no es unívoco, no es uniforme, no es solo un icono o una imagen de algo definido, sino que tiene mucha diversidad dentro y, a veces, no es consciente.
Tenemos que hacer ese doble trabajo, que puede ser cansado, que puede ser ingente, pero que, en todo caso, es apasionante y profundamente sugestivo, y que siempre está al servicio de la emancipación personal y grupal de las personas con discapacidad, de enriquecimiento y ensanchamiento del propio movimiento LGTBI”.
Epílogo anunciado de una crónica
La escasa, pero orgullosa y valiosa, presencia de personas con discapacidad LGTBI en el desfile, más allá de las barreras físicas para algunos, tiene que tener que ver con las barreras mentales individuales que, obviamente, pasan por una decisión personal de salir de esos pliegues que la sociedad ha construido desde su identidad colectiva para nuestra clausura, pero que cada cual, a título individual, mantiene sin desdoblarlos, contribuyendo a la invisibilidad de su sentir y constituyendo un freno para la apertura, para la evolución de todos como grupo único.
Se palpa en el interior de muchas personas LGTBI, de muchas personas LGTBI con discapacidad –también bajo otras etiquetas-, una lucha interna que, por un lado, empuja a la libertad de su expresión como ser humano y, por otra, a ese espacio cómodo y opiáceo de silencio.
El mundo entendería, más pronto que tarde, que toda diversidad, también la LGTBI y la discapacidad, simplemente son otras expresiones manifestadas dentro de esta gran familia de seres humanos que somos que, como el amor, la diversidad tiende a expandirse y a beneficiar, tarde o temprano, a los todos los contextos en los que nos movemos, interactuamos y nos exponemos.
El único problema es el limitado entendimiento que padece la humanidad ante lo distinto, y que la razón de ser de la diversidad seguirá escondida en las dobleces creadas por nuestra imaginaria identidad colectiva, hasta que podamos despertar de este mal sueño todos juntos y celebrar la “unidad” de nuestra especie, sin malinterpretar la diversidad, sino solo dignificarla y ennoblecerla. Agradecerla por su enseñanza a modo de espejo, y su enriquecimiento.
Y eso, quizás, sabiéndolo y sin saber, es lo que hicimos el sábado 6 de julio caminando nuestro orgullo de ser, de ser personas con discapacidad LGTBI, desde el Paseo Recoletos a la Plaza Colón, despertar al mundo que quiere seguir dormido, sin que lo sepa, con nuestro orgullo puesto por montera sobre la consciencia, y no solo en la cabeza, repleto de amor propio, que se ha puesto en marcha, y que desfila imparable para abrir, de los armarios, todas las puertas”.